• Posted by : Candy Zapata lunes, junio 11, 2018



    Desde pequeña

    Nos hicieron creer que la vida es de color de rosa.

    Que los príncipes azules existen.

    Que las princesas no pueden dormir si no es entre algodones.

    Y descubrimos que la vida una la pinta como se le antoja o como se le presenta

    Que los príncipes se convierten en ranas o en iguales  dignos de ocupar parte de nuestra existencia. 

    Sin tantos volantes en sus ropas y con más pasión por complacer que por ser complacidos. 

    Más pasión en el silencio de mimar(te).

    Que no hacen falta los algodones para ser princesa, ni princesa para desvestir y deshacer los algodones.

    Que hay madre naturaleza por sábanas que también son hogar de infinita pasión.

    Y que deshacer no siempre es para (no) dormir, claro.

    Nos contaron un cuento. 

    Nos hicieron creer que el ser humano no es mundano.

    Que las guerras siempre son causa de y para una buena causa; en realidad para medir fuerzas del capital.  

    Que pelearse es de cobardes y no para sobrevivir. 

    Y descubrimos que el ser humano es trivial y profano cuando pierde los valores. 

    Cuando deja en el letargo los principios de su piel, y de su alma.

    Que las guerras siempre son fruto de la sinrazón del egoísmo. 

    Del egoísmo de ese ser humano mundano. Sí, ese.

    Que pelearse no es más que la degeneración inconmensurable de la cobardía más absoluta. 

    Esa perdición entre lo banal y la pérdida del carisma adormecido.

    Me lo contaron mal, sí. 

    Me hicieron creer que mi mundo es suyo. 

    Que mi vida es suya.

    Que mi piel, también.

    Hasta que grité que mi mundo es mío, y de quien yo decida que sea de más... o de menos.

    Que mi vida es total y absolutamente mía. 

    Que la comparto con quien me (com) place, con quien me aporta, con quien me reposa... saborea... 

    Ese sosiego perenne.

    Que mi piel está llena de infinitos Universos que dibujan lo que soy... y lo que fui. 

    La piel en la que sigo escribiendo la coexistencia de mi naturaleza.

    Y que no. Que no la toca cualquiera. Y punto.

    No lo olvides. Mientras inviertes tiempo en quien no te aporta, dejas de hacerlo en quien sí. 

    Empezando por ti, por ejemplo. 

    Recuerda. 

    Los demás van a respetarte cuando comprendas que el primer respeto es el que te debes a ti misma. 

    Porque si de alguien vas a ser siempre, pase lo que pase, es de ti. 

    Y deja ya de escuchar cuentos chinos e inventa el tuyo propio.

    #NotasconCandy 


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